A comienzos del XIX en Inglaterra surge la primera industrialización de la producción de lo que hasta entonces fueron objetos manufacturados o de producción artesanal. Haciendo uso de nuevos materiales y de la emergente maquinaria, se produjo un cambio hacia formas estructurales mas definidas, rectas y simples, acordes con la nueva forma de producción industrial.
Sin embargo, frente a la nueva simplicidad de formas sin precedentes en la historia del arte, en lo ornamental se insiste en recuperar elementos del pasado, debido a las expediciones para el descubrimiento de nuevos continentes y civilizaciones que adquieren un fuerte carácter nacional.
Se inicia una nueva interpretación de elementos decorativos de los grandes imperios de la historia: el Romano y el Egipcio, que imprimirán majestuosidad y suntuosidad al mueble.
La burguesía es la gran demandante de obras de la época. Su creciente poder adquisitivo hace que aumente la producción de objetos que decoren los hogares de estos “nuevos ricos”, quienes queriendo hacer ostentación de su nivel de vida, más cercano al privilegiado, impulsarán el nuevo gusto neoclásico. Se produce, por tanto, una doble producción: la destinada a este sector de la sociedad y la aristocrática.
Será durante la Regencia de Jorge IV, Príncipe de Gales, monarca regente durante la enfermedad de su padre Jorge III –desde 1811 a 1820-, cuando en Inglaterra se produzca, gracias a su labor como impulsor de las artes, un período de incesante producción y creatividad artística. Se retomarán elementos decorativos del pasado para crear interiores donde resaltan el lujo, la comodidad y la variedad de objetos y de sus funciones.
Es propio de la época el gusto por muebles transformables, que desempeñan diversas funciones, son los llamados “muebles metamórficos” que no pierden su elegancia y robustez.
El uso de materiales de alta calidad y de técnicas muy depuradas, hace que se produzcan, durante los primeros años del siglo XIX, objetos de asombrosa perfección y durabilidad.
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