
A partir del S.XIV y gracias a la fundición líquida del hierro se consiguen laminados de este metal lo bastante resistentes como para fabricar herramientas de corte mucho más precisas produciéndose en consecuencia una mayor precisión y rapidez en la ejecución de las tallas decorativas.
En esta época los muebles más lujosos eran policromados y dorados pero cuando los tallistas comienzan a tener a su disposición sus propias gubias (que se fabricaban troquelando la lámina de hierro sobre moldes metálicos con las formas deseadas) se obtiene la posibilidad de realizar tallas en curvaturas, ángulos y biseles que abren camino para la realización de tallas más refinadas y complejas como los paños plegados, tracerías y lacerías, además de las filigranas que forman las cresterías que caracterizan este período durante el que se sigue empleando también la decoración de talla calada y talla encolada o aplicada consiguiendo un efecto estético notable, a través del cual los muebles imitan la airosa y estilizada arquitectura de Gótica.
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